Que todavía me quede tiempo
Que todavía esté a tiempo de aprender a volver a armarme, de llorar de risa, de brindar con afectos, de dormir tranquila y despertar con un “gracias”, aún más tranquila.
Que me quede tiempo de reinventarme una y mil veces…
Una por cada una de las veces que me chocaré contra una pared y esta me parezca una muralla; una por cada una de las veces que escucharé un “no se puede”, un “lo hiciste mal”, un “no deberías”, un “es imposible”, un “no eres capaz”, un “no es lo correcto”, o un “no lo esperaba de ti”.
Que aún esté a tiempo de hacer mil cosas que me gustan, recorrer lugares soñados, besar apasionadamente, sentirme querida, mimada, deseada; de amar infinitamente y ser amada.
Que todavía tenga tiempo de mirar fotos viejas con una sonrisa, de decir sí, lo hice, fui capaz, me animé, me arriesgue; y también me apresuré, me equivoqué, me perdí, no lo entendí en su momento, porque todo eso también forma parte de la vida.
Quiero que todavía me queden fuerzas para ese viaje, para perseguir ese sueño, para abandonar lo que no me gusta o me hace daño, para cerrar ciclos, puertas, ventanas y valijas y mirar adelante con una sonrisa.
Ojalá me queden sueños que cumplir. Acciones de las que arrepentirme, lugares a donde decir no vuelvo más.
Que aún me queden charlas, de esas que terminen en un abrazo lleno de lágrimas, sonrisas cómplices y muchos silencios entendidos. Pero también muchas preguntas sin respuesta, algunas lágrimas de dolor y un par de silencios incómodos… porque es necesario un poco de oscuridad para disfrutar más de esos días plenos de sol.
Espero que dentro de 10 años me encuentre conmigo otra vez, y me siente, me de un abrazo, me felicite, me palmee la espalda, me diga: que bien que lo hiciste. O me encuentre y mueva la cabeza, pero me felicite igual, y me diga: te salió pal carajo, pero que bien que lo intentaste mi negra, la mitad no se hubieran animado, te felicito igual. Y dale, que todavía te queda tiempo de volver a aprender, de volver a arriesgarte, de volver a intentarlo, de rearmarte como lo hiciste cada vez que te quisieron romper. Porque no hay gente irrompible, solo hay gente desarmable que se quiebra como con bordes encastrables y se vuelve a armar de otra forma, en otra posición, en otro lugar, en otro tiempo… porque es mentira que vivimos en un solo tiempo. Los tiempos son tan maleables como las emociones, un día, un mes, diez años, un segundo, “ese” segundo cuando el corazón te dio un vuelco y solita se te marcó el alma. “Ese” que te gustaría revivir un millón de veces. Ese segundo en el que alcanzaste una meta, la que sea, laboral, de estudio, del corazón, segundos que atesoramos más que otros, así de relativo es el tiempo.
Que todavía tenga tiempo de esos tiempos, que me queden muchos segundos de esos que se marcan con una estrella dorada, donde sea que se archive la magia de cada vida.
Que nos quede tiempo de hacer sonreír, de enseñarle algo a alguien en el mismo momento que vamos aprendiendo otra cosa, que podamos todavía tomarnos ese té raro de esa planta que no sabes ni cómo es.
De acariciar otra forma de vida y sentir la comunicación con el alma.
Que hagamos lo posible y lo imposible para ser conscientes de ese tiempo; simplemente… que nos quede tiempo de disfrutar y compartir este tiempo, que en esta realidad nos queda.
(Publicado en «Hay más luz», selección de Sylvia Puentes de Oyenard)

