Se enojan porque no les gusta su vida, porque creen que les «tocó» aquello que les pesa. Se enojan porque se sienten desdichados, molestos con las rutinas que eligieron. Porque están más ocupados en las vidas ajenas que en la propia.
Se enojan porque vibras diferente.
Se enojan porque sos feliz.
Se enojan porque te saliste y ellos siguen ahí. Y se enojan porque creen que no pueden salir, se enojan porque no se animan a soñar más profundo, porque tienen miedo de moverse hacia el lado de sus sueños. Se enojan porque se resignaron, porque están cansados, porque no tienen tiempo de desenojarse. Se enojan porque perdieron la esperanza. Se enojan porque se sienten inferiores, con menos posibilidades, con menos suerte, con menos ángel.
Se enojan porque convertiste cada obstáculo en un trampolín y te saliste de ahí, de ese lugar donde les enoja estar. Y cada minuto que se enojan contigo o con alguien más, por algo que no les pertenece, es un minuto menos que dedican a crear su vida. Es un minuto menos que se eligen a sí mismos… Porque les enoja la cadena de elecciones que tomaron, porque estaban muy ocupados con mochilas prestadas, con historias ajenas, sin tiempo para elegirse realmente, sin tiempo para desenojarse, sin tiempo para ocuparse de crear su propia realidad.
Se enojan y siguen más ocupados en las historias ajenas que en las propias…
Se enojan con los que optaron elegirse, con los que se arriesgaron, con los que saltaron aún sin saber dónde iban a caer. Les enojan los frenos que se inventaron, las limitaciones que se compraron, el peso ajeno que algún día eligieron cargar y con el tiempo se fueron olvidando que no les pertencía. Se enojan y no tienen muy claro ni con qué, ni con quién, ni por qué. Pero eligen sufrir, penar, cargar, dramear y postergar elegirse.


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